¿Pero adónde miráis?
Los Solven habían sido siempre un pueblo de bravos nómadas comerciantes y sus negocios han vivido recientemente varios años de una prosperidad excepcional debido a los buenos tiempos económicos que se vivían en la región de las Tierras Bajas, su principal área de actuación. Los resultados fueron los mejores de su historia y todo parecía ir viento a favor, pero todo cambió drásticamente en los últimos dos inviernos. Hubo poca nieve, las primaveras dejaron escasas lluvias y las cosechas pronto se resintieron. Los poblados se quedaron sin recursos y ya no podían mantener su nivel de consumo. En muy poco tiempo todos cayeron en una profunda crisis, los aldeanos no tenían cosechas, por tanto no podían renovar sus reses, ni arreglar sus casas, ni adquirir nuevos arados, no tenían capacidad de compra y hasta los festejos redujeron su presupuesto al mínimo. Por tanto los criadores de bueyes no podían dar salida a sus astados, los arados construidos se amontonaban en los talleres, los obreros no tenían trabajo y así sucesivamente todos fueron entrando en una espiral negativa que conducía al desastre económico a todos.
Tor, el jefe de los Solven decidió pasar a la acción. Había una posibilidad de cambiar el curso de las cosas y propiciar que volviera la bonanza para todos. Por su tradición viajera conocían la existencia de una gran presa natural que estaba en las montañas. Se trataba de un enorme lago que provocó el derrumbamiento de la ladera de un monte. Desde ahí, decía la leyenda, nacía el río que muchos valles después atravesaba las Tierras Bajas y ahora apenas llevaba agua.
Si lograban alcanzar el lago podrían hacer un canal para provocar que el cauce del río volviera a disponer de agua abundante, así la próxima cosecha volvería a ser buena, todo volvería a arrancar y sus negocios volverían a ser prósperos.
Así lo hicieron, ascendieron durante semanas por las duras Tierras Medias hasta alcanzar el risco que conformaba la entrada del lado este de la hondonada que precedía al lago, el único lugar por el que se podía acceder. Desde allí arriba divisaban claramente la presa natural que sustentaba el gran lago. Pero la zona que les separaba estaba protegida por una larga depresión de más de dos millas que formaba una tupida selva de enormes zarzas que hacía infranqueable el trayecto.
Desde lo alto del risco los hombres quedaron paralizados al contemplar que su esfuerzo había sido en vano. Tor reunió a los mandos, les pidió que analizaran la situación y que le dieran sus conclusiones. Cada uno aportó sus reflexiones:
- He calculado que en línea recta hay unas setecientas zarzas gigantes. Aunque quisiéramos cortarlas, y para ello habría que podar rama a rama cada una para acceder al tronco central, supondría que en un día de trabajo como mucho podríamos quitar dos o tres, por lo que tardaríamos casi un año en atravesar la hondonada, así que es inútil.
- Yo he calculado que si nos lanzamos a galope contra las zarzas nos rasgarían unas cuarenta espinas por metro, lo que supone que en unos cien metros cada uno tendríamos cuatro mil arañazos, eso supone que nos desangraríamos, por lo que es inútil intentarlo.
- Yo he visto que no hay por donde rodear la hondonada ya que está bordeada por barrancos verticales de más de cien metros de alto, por lo que no es posible llegar al otro lado.
- Está demasiado tupido, ni con armaduras podríamos avanzar entre las gruesas ramas, es inútil.
Todos clamaron las desgracias y daban por fracasada la misión. Se quedaron en silencio esperando a que Tor diera la orden de regresar.
El líder se mantuvo un buen rato de pie frente a ellos, mirándoles. Por fin tomó la palabra y les dijo:
- ¿Pero adónde miráis?
- Perdona Tor – contestó su lugarteniente – no entendemos la pregunta, todos vemos el mar de zarzas que está ante nosotros.
- Sí, yo también lo veo, por supuesto, pero lo que me pregunto no es qué es lo que hay ahí, sino dónde estáis poniendo el foco de vuestra mirada y vuestro pensamiento.
Nadie se atrevió a intervenir, aún no sabían a qué se refería Tor, pero todos sabían de su destreza y sabiduría así que esperaron a que terminara su razonamiento.
- Si sólo miramos a los problemas sólo veremos dificultades, y éstas nos generarán miedos y rechazos que a su vez nos cegarán para visualizar soluciones o encontrar alternativas. Ya sé que es complicado, que no parece haber salida, que si hay alguna solución va a ser muy difícil hallarla, pero…¿Estamos mirando en la forma adecuada para encontrarla?
Y añadió:
- Habéis contado el número de zarzas, la cantidad de pinchos, la altura de los barrancos… ¿Alguien ha mirado si hay algún camino? Entre tanta zarza y tanto despeñadero ¿hay algún hueco, alguna zona con matorrales más pequeños o secos, algún arroyo, alguna roca? Si sólo te enfocas a los problemas sólo verás imposibilidad. Ante las grandes dificultades nunca hay que dirigir la mirada al problema que se tiene delante, hay que mirar siempre hacia la salida. Mantened toda vuestra mente enfocada hacia lo que nos sacará del aprieto y eso os dará el equilibrio, la energía y la claridad de visión para encontrar el “camino imposible”.
Todos quedaron desconcertados pero pronto reaccionaron tras las palabras que añadió el jefe de la tribu:
- “Sois los mejores y hemos superado retos más difíciles. Creo en este equipo y sé que juntos encontraremos como superar este reto. Adelante, volvamos a mirar con nuevos ojos y encontremos entre todos una alternativa.”
Cada uno se buscó un lugar desde el que observar mejor la gran selva, cambiaron de ángulo, esperaron al amanecer, aguardaron la puesta de sol, y al anochecer juntaron sus conclusiones.
- Tor, hemos encontrado una zona donde hay unos pequeños espacios en la parte baja del primer grupo de zarzas, se podría trazar un sinuoso camino por el que podremos avanzar agachados con pocos arañazos hasta casi un tercio del camino, podemos trazar desde aquí arriba un mapa del camino como si de un laberinto se tratara.
- Excelente, qué más tenemos. – Exclamó Tor.
- Yo he visto que casi a la mitad de la hondonada hay un arroyo que avanza más de media milla hacia la presa, porque al atardecer se veían entre las zarzas reflejos de agua, eso nos permitiría una ruta por la que avanzar un buen tramo desde justo el final del laberinto.
- Donde el arroyo gira y ya se aleja de la presa hemos visto que el terreno comienza a elevarse en una larga pendiente arcillosa de casi una milla orientada al noroeste. Eso ha provocado que las zarzas estén casi secas, por lo que una vez allí podríamos prenderlas fuego, que ascendería y nos limpiaría el camino mientras nos quedamos refugiados en el arroyo. La dirección del viento nos es favorable.
- El último tramo está salpicado de rocas y no será difícil pasar de una a otra, como mucho habrá que talar una docena y media de zarzas para pasar pero en total eso no debería llevarnos más de una semana de trabajo.
- Bien amigos – intervino Tor - lo imposible se ha hecho factible y ya tenemos un plan ganador. Con un buen plan, añadiendo esfuerzo, entrega y compromiso de todos siempre se llega a buen fin. Mañana al amanecer empezaremos.
Los Solven llegaron en unos días a la presa, con varios arañazos, llenos de carbonilla y algunas quemaduras leves, pero nada con la importancia suficiente para que les mermara su capacidad para finalizar el proyecto. Abrieron a tiempo un canal en la presa y el río volvió a fluir con el cauce necesario para recuperar las cosechas.
Aquella Navidad todo volvió a su ser y no sólo la siguiente temporada resultó beneficiosa para todos, sino que lograron acabar con el problema de la dependencia excesiva de las lluvias que atenazaba el desarrollo de la región, y se logró una prosperidad más sostenible gracias al empuje decidido de Tor y la implicación y el trabajo de su equipo.
Con un buen plan, añadiendo esfuerzo, entrega y compromiso de todos siempre se llega a buen fin.
CUENTO DE NAVIDAD,
Paco Muro, presidente de Otto Walter
Publicado en Expansión&Empleo 18 diciembre 2011
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